Aprender biología nunca fue más fácil

Reflexión sobre rol docente ante las nuevas tecnologías y recursos educativos digitales

Históricamente se ha considerado a los alumnos como receptores de conocimiento (quienes ''no saben y tienen que aprender''), y a los docentes como los dadores o facilitadores de este (quienes ''saben y tienen que enseñar''), en una relación completamente asimétrica.


Con el advenimiento de tecnologías como el libro impreso y el aumento de la alfabetización, los docentes han dejado de ser la única fuente de conocimiento, pero siguieron siendo la más dinámica, interactiva y accesible, ya que un docente tiene la capacidad de adecuar su lenguaje al interlocutor y puede ser preguntado, mientras que un libro, más estático y a veces inaccesible, requiere de ciertas capacidades y condiciones (intelectuales, temporales y materiales) para poder ser aprovechado.


Por su parte, las escuelas y las universidades han sido consideradas como las únicas instituciones fiables y capacitadas para impartir los conocimientos necesarios para el desenvolvimiento productivo de las personas en la sociedad. En este contexto, el concepto de ‘’éxito escolar’’ se ha asociado con el cumplimiento por parte de los estudiantes de las expectativas del sistema educativo, lo cual consiste, en general, en demostrar que se ha prestado atención y se han realizado las tareas pedidas por los docentes (lo cual no implica necesariamente una compresión o aprendizaje real).


Considero que estos conceptos se han mantenido bastante estables a lo largo del tiempo, y permanecen aún hoy en el inconsciente colectivo, pero las realidades del presente presionan para que se modifiquen, y cada vez más integrantes del sistema educativo plantean alternativas, al menos en lo teórico. Con las realidades del presente me refiero a las tendencias socioculturales que se han modificado principalmente con la llegada de las tecnologías digitales en las últimas décadas: el acceso masivo a la información, la fragmentación del conocimiento, la ultra conectividad, la rapidez, etc.


Ahora sí, en los hechos, el docente deja de ser la principal figura poseedora del conocimiento, ya que internet logró superar sus ventajas: internet es una fuente de información dinámica, interactiva y puede ser preguntada, con mayor disponibilidad y alcance. A mi entender, esto ha hecho que cambie la ‘’forma de ser alumno’’, dándole a esta figura una autonomía y poder que antes no tenía. Así, ha aumentado mucho el aprendizaje autodidacta.


La pregunta que cabe y tendemos a hacer: ¿dónde queda entonces el rol docente en este contexto? ¿cómo puede competir con internet? Y me parece que no deberíamos plantear la relación del docente con internet como una competencia (como tal vez ocurre en las cabezas de esos docentes que ''pelean'' con la tecnología, prohíben el uso de celulares en clase, y reniegan de internet tildándolo de distractor).


Lo que sí hace falta plantear es un cambio en el rol docente que acompañe este contexto actual y pueda brindar a los estudiantes la guía que requiere navegar por esas aguas de conocimiento masivo a la que se enfrentan día a día. Ya no un docente que ''sabe y tiene que enseñar'', sino un docente que ''sabe y tiene que guiar (y aprender)''. Ya no un alumno que ''no sabe y tiene que aprender'', sino un alumno que ''sabe y tiene que interpretar''.


Así, el alumno tiene el poder de investigar, curiosear, leer, discutir, buscar los conocimientos en internet. Estas son habilidades, por cierto, claves para ser productivo y desarrollarse en el mundo de hoy. Y el docente, por su parte, tiene la tarea de:

· Ayudar a interpretar ese mar de información,

· Ser un curador en muchos casos de contenidos educativos digitales que nuevos actores del sistema (los creadores de contenido educativo) desarrollan y ponen a disposición,

·  Plantear situaciones problemáticas para que los alumnos pongan en juego los conocimientos,

·  Brindar la calidez humana y emocional que requiere la experiencia educativa, entre otras.


Aprovechando y tomando como aliados a los contenidos educativos digitales (y a sus creadores), se puede restar tiempo a la impartición de conocimiento teórico (como se ve en las clases consideradas ''tradicionales'') y aprovechar ese tiempo sagrado que da la sincronía y la presencialidad para compartir un espacio que permita realizar las actividades que la asincronía y la virtualidad no permiten. Creo que, de cara al futuro, éstos son algunos de los cambios que se requieren para responder a las demandas actuales.


 

Escrito por Tatiana S. Bengochea en 01/2024

Sobre la autora: Licenciada en Ciencias Biológicas y Profesora de Enseñanza Media y Superior de Biología, graduada en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Posgrado: Diplomatura en Enseñanza Digital e Innovación Educativa (Universidad Nacional del Comahue).

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